lunes, 18 de julio de 2011

El Llamado

Mis pensamientos se encuentran viajando por las vías de la Tierra, tratando de encontrar una salida, una bifurcación en el camino. Mis músculos están tensos al acecho, la sensación del movimiento, aire fluyendo por sobre las capas de la piel. El frío aguarda, donde las criaturas se acomodan en lo tibio de sus guaridas, donde los fuegos aún no alcanzan a llegar. Mi espíritu escucha y mira hacia el infinito del horizonte, buscando, intrigado, maravillado. ¿Qué es esa sensación que palpita en el interior? Allí donde nadie puede llegar, ni mi mente entrenada por la ciudad, ni las más retorcidas patrañas de un mundo enfermo. Es allí donde palpita la semilla que brota cuando la escuchamos, cuando respondemos al aullido que nos llama hacia lo desconocido, hacia lo oscuro, hacia la Madre que nos permitió la vida para vivirla como sea nuestra voluntad, pero que nos llamará a retornar cuando polvo seamos. Quizás es hora de partir. Hacia donde no hay seguridad ni cobijo aparente. Donde la roca y el árbol esperan con paciencia que los eones transcurran sin más peso que la humildad de sus hojas. Quizás es hora de afilar los cuchillos y elevar cantos de aventura para realzar el espíritu del ser humano: sin límites más que el de su propia voluntad. Tal vez sea tiempo de elevar cantos de alegría y dejar el calor de los hogares, olfatear el viento nocturno de la noche y abrir los ojos frente a la plateada luz de la Luna. Quizás es hora de encontrar el rumbo en la Tierra que se esconde bajo el asfalto: momento en que las confusiones encuentren descanso y abrigo en el regazo de nuestras raíces más profundas. ¿Dónde está la condición de seres humano, si no en la posibilidad de existir en decisión de quienes somos? ¿Dónde podemos decir que estamos vivos y no sólo respirando? ¿Quién ha dicho que es muy tarde, que no es posible, que es muy difícil, que las ideas se quedan siempre en el tintero, que debemos ser realistas? Quizás muchos lo dicen, excepto lo más importante: el corazón de la voluntad, el misterio inexplicable con la mera palabra del lenguaje, la poesía alquímica que une el bien y el mal, la bóveda astral y las catacumbas terrenales. ¿El propósito? ¿Quién lo sabe? ¿O acaso alguien podría explicarnos por qué se sienta a estudiar toda la noche para dar una prueba? ¿O acaso alguien podría convencernos de que es mejor vivir en la seguridad de nuestra computadora? Pues somos humanos y como tales bebemos de una sola fuente, al igual que toda la creación. Y cuando la fuente nos llama a la consciencia y más aún, cuando ese llamado es sincrónico, nada es peor que ignorarlo. Porque las barreras siempre van a existir, pero el tiempo transcurre querámoslo o no. Tal vez es hora de pensar un poco menos y clavar nuestras garras en la Tierra, para dar un gran aullido, y correr hacia el llamado de la Vida, de la Madre, de la Raíz. Quién sabe… Tal vez al regreso nuestros colmillos estén más afilados y nuestros olfatos renovados, para impregnar la realidad de inocencia otra vez.